MILLONES DE ESTRELLAS
Una de les grandes inquietudes
de la Humanidad ha sido conocer el universo que nos rodea. En los primeros
tiempos de la historia, se pensaba que la Tierra era el centro del Universo.
Nuestros antepasados consideraban la esfera celeste como una especie de campana
gigante en la que las estrellas estaban sujetas como faroles, y que dicha
campana giraba, día a día, en torno a nuestro planeta.
Esta idea fue abandonada a
pesar de la oposición de la iglesia, con la aparición de los primeros
instrumentos de aumento en el siglo XVII y, sobre todo, gracias al esfuerzo de
grandes astrónomos como Copérnico, Galileo, Kepler y Newton. De no haber sido
por ellos continuaríamos en la ignorancia.
Juicio
a Galileo Galilei:
En 1633 la Iglesia
católica romana condenó a Galileo por postular que la Tierra gira alrededor del
Sol. Vale la pena analizar la famosa controversia con mayor atención. En el
prefacio del libro donde comparaba ambas hipótesis —la de la Tierra en el
centro del Universo y la que atribuye ese lugar al Sol—,
Galileo
escribe:
Los
fenómenos celestes serán analizados reforzando la hipótesis copernicana, hasta que
quede claro que ésta debe triunfar de forma absoluta.
Y
más adelante, en su libro, confiesa:
Nunca podré admirarlos lo
suficiente [a Copérnico y sus seguidores]; mediante pura fuerza del intelecto
riñeron hasta tal punto con su sentido común como para preferir lo que les
dictaba la razón a lo que la experiencia responsable les mostraba claramente.
En
el auto de acusación de Galileo, la Iglesia declaró:
La
doctrina de que la Tierra no se halla en el centro del universo ni está inmóvil
sino que gira, incluso en una rotación diaria, es absurda; es falsa desde el
punto de vista psicológico y teológico y constituye, cuando menos, una ofensa a
la fe.
Galileo
respondió:
Se
condena la doctrina que postula que la Tierra se mueve y el Sol está fijo,
porque las Escrituras mencionan en muchos pasajes que el Sol se mueve y la
Tierra permanece fija... Afirman los piadosos que las Escrituras no pueden
mentir. Pero nadie negará que con frecuencia son abstrusas y su verdadero
significado difícil de comprender; su importancia va más allá de las meras
palabras. Opino que, en la discusión de los problemas naturales, no deberíamos
empezar por las Escrituras, sino por los experimentos y las demostraciones.
No
obstante, en su retractación (22 de junio de 1633), Galileo fue obligado a afirmar:
Habiendo
sido amonestado por el Sagrado Oficio para que abandone por completo la falsa
opinión de que el Sol se halla en el centro del universo y está inmóvil y de que
la Tierra no ocupa el centro del mismo sino que se mueve... he sido...
sospechoso de herejía, es decir, de haber manifestado y creído que el Sol es el
centro del universo y está fijo, y que la Tierra no ocupa el centro del mismo
sino que gira... Yo abjuro con toda sinceridad y con genuina fe, execro y
detesto los mismos pecados y herejías y, en general, todas y cada una de las
ofensas y sectas contrarias a la Santa Iglesia católica.
Hasta 1832 la Iglesia no
consintió en borrar el trabajo de Galileo de la lista de libros cuya lectura
quedaba prohibida a los católicos bajo riesgo de horrendos castigos para sus
inmortales almas.
En el año 1864, con el
Syllabus errorum de Pío IX, el Papa que convocó también el Concilio Vaticano,
en el cual, por primera vez y ante su insistencia, fue proclamada la doctrina
de la infalibilidad papal.
He
aquí algunos pasajes:
La revelación divina es
perfecta y, por ello, no está sujeta a un progreso continuo e indefinido a fin
de equipararla con el progreso humano... Ningún hombre es libre de abrazar y
profesar la religión que crea verdadera, guiado por la luz de la razón... La Iglesia
tiene poder para definir dogmáticamente que la religión de la Iglesia católica es
la única religión verdadera... Es necesario, incluso en el día de hoy, que la
religión católica sea considerada la única religión del Estado, excluyendo
todas las demás formas de devoción... La libertad civil para elegir el tipo de
fe y la concesión de poder absoluto a todos para manifestar abierta y
públicamente sus ideas y opiniones conduce con mayor facilidad a la corrupción
moral y mental de las personas... El Pontífice romano no puede ni debe
reconciliarse ni estar de acuerdo con el progreso, el liberalismo y la
civilización moderna.
En
1992 la Iglesia repudió su denuncia de Galileo. En un discurso de 1992, el Papa
Juan Pablo II adujo:
Desde
los comienzos de la época de la Ilustración hasta nuestros días, el caso de Galileo
ha constituido una especie de «mito», en torno al cual la imagen fabricada de los
acontecimientos se ha alejado bastante de la realidad. En esta perspectiva, el
caso de Galileo fue un símbolo del supuesto rechazo, por parte de la Iglesia
católica, del progreso científico, o bien del «oscurantismo» dogmático opuesto
a la libre búsqueda de la verdad.(...)El error de los teólogos de la época al
defender la centralidad de la Tierra residió en pensar que nuestra comprensión
de la estructura física del mundo nos venía impuesta, en cierto modo, por el
sentido literal de las Sagradas Escrituras...